jueves, 5 de mayo de 2011

La esencia de la Arquitectura

El Hombre como simple constructor, lejos de la Voluntad Creativa
Por: Arq. Edgar Franco Flores
Se ha planteado que uno de los principales aspectos que ha orillado un distanciamiento entre Hombre y Arquitectura es la evolución del arquitecto y su desempeño dentro de la vida en las ciudades.
El hombre es un ser vivo dotado de peculiares dones y capacidades. Su principal característica es su habilidad racional, que lo ha llevado a transitar por caminos completamente diferentes que el resto de los seres vivos. Sabemos de antemano que la Arquitectura, rama que nos interesa, surgió como una necesidad que se buscaba ser resuelta. La capacidad racional del hombre le dotó de la habilidad de adaptar los medios naturales existentes en los alrededores, permitiendo la creación del concepto espacio , que siglos después, cuando el lenguaje del hombre hubo evolucionado hasta altos niveles de abstracción, surgió como base para nombrar y diferenciar las actividades arquitectónicas de todos los seres humanos con respecto a otras.
Hemos analizado como la vida y el punto de vista del hombre de nuestros días han sido transformados e influenciados lentamente por distintos aspectos. Una búsqueda y una meta: alcanzar el desarrollo y una evolución, traducida en mejoras en la calidad de nuestras vidas. La hipótesis: la Arquitectura se ha convertido en simple satisfacción de necesidades por medio de la construcción.
¿Qué es lo que ha sucedido en la vida social de nuestras ciudades que nos ha llevado al lugar en donde nos encontramos ahora? Un análisis de la esencia de la Arquitectura, nos permitirá comprender la situación.
La Arquitectura es una vaga palabra que ha encerrado a través de los siglos, la conjunción de varios elementos que definen las actividades que los hombres realizan para la satisfacción de necesidades de habitabilidad. Pero la Arquitectura es mucho más que esto. Su campo de acción y jurisdicción abarca de igual manera aspectos estéticos y necesidades más altas que las simplemente biológicas. Las obras arquitectónicas penetran, por lo tanto, en la esfera cognoscitiva de la Estética: término que reúne aquellas características o aspectos que debe poseer una obra arquitectónica para ser considerada como bella, bajo el supuesto de que la Arquitectura forma parte del campo de las Bellas Artes, y no sólo existe como medio de satisfacción de necesidades básicas de los seres humanos.
La Estética es un concepto que desde la antigüedad ha sido utilizado para hacer referencia a los diversos aspectos que debe contener un objeto para ser relacionado con el arte, y por lo tanto, con la belleza. Las formas sensibles de las cosas son percibidas por nosotros (de acuerdo a las leyes de los escolásticos) por lo que se conoce como sentido común. Las formas exteriores o apariencia de las cosas que se presentan ante nosotros se conservan y permanecen gracias a la memoria y a la imaginación del ser humano. El instrumento estético por excelencia es el juicio o la razón. Los objetos nos gustan o disgustan debido a la sensación visual que actúa como intermediaria. La vista es el sentido estético por excelencia, mientras que el resto de los sentidos están de alguna manera excluidos. En arquitectura se ha tomado esta idea como supuesto, y en base a ella se dice que son las sensaciones de la vista las que nos permiten asimilar las impresiones estéticas que el objeto contiene. Pero es la razón la capacidad responsable de generar y comprender aspectos estéticos. Dicho juicio o razón puede ser influido por aspectos culturales que rodeen al hombre que realiza las valoraciones estéticas. Dentro del concepto de Estética, el arte conforma aquél instrumento por el cual los seres humanos (autores de obras artísticas – arquitectónicas – ) transmiten sentimientos a las personas, por medio de la memoria y la imaginación, influida por costumbres, tradiciones y aspectos propios del modo de vida humana. La Estética puede dividirse en dos vías estimativas: la natural (juicio natural) y la cognoscitiva (juicio racional). El ser humano, como cualquier ser viviente, es capaz de experimentar juicios naturales, pero es el único ser que puede experimentar juicios racionales, es decir, ser capaz de sentir, frente a un objeto, placer por considerarlo bello. La belleza es, por lo tanto, un producto meramente intelectual.
La Arquitectura, entonces, satisface necesidades propias del espíritu del hombre. La belleza es un concepto que define aquello que agrada a los sentidos, y que de alguna manera permanece fuertemente unido a la vida comunitaria de los seres humanos, traduciéndose físicamente en formas y símbolos que complementan las obras arquitectónicas surgidas de las mentes y manos de los hombres. Sin embargo, los valores estéticos han sufrido al paso de los años, el predominio de un solo juicio y valor: los cánones clásicos, derivados de la cultura griega antigua.
Cada pueblo, ubicado en cada tiempo y en cada lugar específico, se ha desarrollado en una vida distinta y única. Cada grupo humano busca no sólo satisfacer sus necesidades inmediatas, sino encontrar la verdad que encierra el mundo que le rodea. Todas y cada una de las obras arquitectónicas pertenecientes a cada cultura humana es una expresión de dos aspectos: las necesidades biológicas de la comunidad y sus costumbres, tradiciones y valores sociales, reflejados en formas estéticamente comprensibles. En el último Siglo, las formas clásicas han jugado un papel fundamental en la valorización y crítica de las obras arquitectónicas, determinando aquello que es universalmente bello y aceptable, de aquello que no lo es.
Este punto de vista ha generado que los elementos que conforman a la Arquitectura se fragmenten y separen. En cada sitio y en cada pueblo, las consecuencias y expresiones de esta ruptura son diversas. Hemos visto la situación en nuestro país: inferioridad copia de aquello que creemos bello verdadero. Sin embargo, detrás de este primer juicio, puede hallarse un aspecto oculto, olvidado hasta ahora. Juzgamos veloz e injustamente la situación. Un panorama más complejo y amplio nos permitirá conocer y comprender aquello que se oculta detrás de la Arquitectura que mira hacia el pasado clásico para existir.
La Arquitectura, al igual que el resto de las ciencias y los conocimientos del hombre, han sido cubiertas por la búsqueda de la verdad, una búsqueda que desemboca en principios y valores universales. La Ciencia del Hombre se ha planteado como objetivo desde hace mucho tiempo encontrar el orden y los principios que rigen todas las cosas. Teorías han surgido, ido y venido por el mundo, cada una de ellas asegurando poseer la verdad absoluta. El hombre sólo busca comprender para anticiparse controlar. Hoy nos damos cuenta, muy a nuestro pesar, que eso no es posible. Muchas teorías se han debilitado y caído, no por la carencia intelectual de sus autores (el hombre lo mide todo por su capacidad racional) sino por lo cambiante del mundo que nos rodea. La Arquitectura no podía ser la excepción. Su objeto de estudio, aquél a quien sirve y satisface es al fin y al cabo el hombre mismo.
Los análisis científicos de las últimas décadas nos han demostrado que el mundo se mueve sin cesar y cambia constantemente. Existe caos incertidumbre, que posee su propio orden paradójico. Los esfuerzos del hombre por clasificarlo y racionalizarlo todo han sido inútiles. La Naturaleza posee su propio orden. El caos y la incertidumbre son elementos necesarios para lograr el orden y permitir el surgimiento de sistemas estables.
La Arquitectura ha intentado vanamente encontrar un orden universal y eterno, y tal vez el dominio de los cánones clásicos fue una fiel expresión de dicho objetivo. La Arquitectura es respuesta y vida de los seres humanos, quienes, a su vez, son seres que cambian, evolucionan y transforman sus conductas y sus puntos de vista. Una mirada profunda a obras arquitectónicas pasadas nos harán descubrir esta voluntad creativa, que se encuentra siempre presente y que se manifiesta de diversas formas.
Los pueblos de la antigüedad se caracterizaron por lograr una armonía con la incertidumbre y el caos, valiéndose de relaciones míticas profundamente valoradas y respetadas por los pueblos. La voluntad creativa fue una capacidad desempeñada con sumo cuidado, buscando siempre satisfacer cualquier tipo y nivel de necesidad: biológica, social, espiritual.
Hoy en día, nuestro vano punto de vista lo ha transformado todo. Muchas ramas de conocimiento han aceptado sus límites frente a lo caótico, considerándolo no como negativo, sino como la forma de ser del mundo. El Hombre pertenece a este sistema.
La verdad, amplia y desesperadamente buscada, ha sido un concepto erróneo y mal interpretado. “La verdad es, […] algo que se vive en el momento y que expresa nuestra vinculación individual con el todo”. La verdad no es absoluta y estática, sino que se encuentra en cada uno de nosotros, al romper con el abstraccionismo que impera en nuestra mente, y descubrimos aquello que nos rodea como lo que realmente es, algo nuevo y por primera vez visto por nuestros ojos.
La Arquitectura responde al Hombre. Cada obra arquitectónica encierra sus propios vórtices y aspectos caóticos. Cada ser humano es distinto y diferente al resto. La Arquitectura no puede ser encerrada nunca en valores estéticos universales, porque cada tiempo, cada espacio y cada lugar hablan de hombres que viven y miran al mundo con distintos ojos.
La creatividad es una manera de penetrar en el caos para descubrir la verdad. El arquitecto de los últimos años lo ha olvidado, se ha convertido en ese hombre que sólo soluciona necesidades del estrato más superficial. Independientemente de las formas arquitectónicas finales, cada obra posee dentro de sí, estratos más profundos y ocultos. Valores, costumbres, tradiciones, maneras de responder al caos y a la incertidumbre y la duda. Aspiraciones míticas, políticas o sociales. Cultos y homenajes.
¿Qué es lo que alimenta a la creatividad?
“Algunos lo llaman demonio, musa, espíritu, genio; otros lo nombran trabajo, azar, inconsciente, razón. Para el intelectual – y, también, para el hombre común – la inspiración es un problema, una superstición o un hecho que se resiste a las explicaciones de la ciencia moderna”.
Los arquitectos de hoy se valen de la técnica útil y eficaz, buscan clasificarlo y ordenarlo todo, por medio de la repetición de procedimientos que se perfeccionan o degradan. Dan la espalda al caos y a la incertidumbre, al trasfondo colectivo y a lo profundo y cambiante que impera en los hombres. Se han vuelto simples constructores.





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